No hubo milagro. Lo cierto es que la combinatoria tampoco acompañó, pero a pesar de ello los leridanos tampoco pudieron cumplir con su parte del trato y sumar la última victoria de este desgraciado curso en la pista del Melilla y consumaron su descenso deportivo después de una temporada en la que la Covid-19 ha hecho imposible hablar de justicia en los resultados deportivos del equipo y en el desarrollo de la competición. La derrota (67-61) llegó en el último cuarto tras un duelo que fue un auténtico columpio para ambos implicados y que se resolvió gracias al mejor acierto -especialmente desde el perímetro- del conjunto local, que fue verlo más claro en los últimos y decisivos minutos.
De hecho, ambos conjuntos llegaron a gozar de diferencias cercanas a los 10 puntos en algún momento, pero ninguno de los dos pudo romper el partido, lo que habla del nivel de tensión con el que se jugó. Pero en los momentos complicados, en los que salen los nervios y la ofuscación, pero también los héroes, Melilla tuvo en su juego exterior el suyo manantiales ex machina particular. El ICG Força Lleida pudo levantarle al Melilla una renta de 9 puntos (24-15) en un segundo cuarto pletórico, y se fue al descanso mandando de 5 puntos (30-35). El margen aumentó hasta los 8 puntos (36-44, 5:50 3Q) y parecía que el conjunto de Aranzana tomaba el control de la situación. Pero un parcial de 10-1 iniciado con 3+1 de Wintering cambió la temperatura del partido y volvió a poner a los norteafricanos de antemano. Y en el último cuarto, cuando toda jugada valía su peso en oro, un afortunado triple contra mesa de Marin abrió la caja de los truenos. Aunque los leridanos dominaban el rebote y disfrutaban de algunas excelentes posiciones de tiro, la fortuna no quería acompañar. Poco a poco, las ganas acabaron venciendo al orden y de esta situación sacó provecho Melilla para llevarse el triunfo y para condenar al Força Lleida a replantear su proyecto ya pensar en las opciones de futuro en un verano que se prevé largo. Muy largo.